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tisdag 10 januari 2012

Roma


Los orígenes del Cristianismo en Roma

Pablo Richard

Resumen
Se pueden descubrir tres momentos el desarrollo eclesiológico de Roma: (1) La primera generación, donde se expone el origen judeo-cristiano de la iglesia de Roma. La presencia y significado del martirio de Pablo, Pedro y otros en la capital del imperio. A partir de estos datos se descubre una iglesia con raíces judías pero abierta a los gentiles, martirial y con identidad cristiana, diferente de la sinagoga. (2) La segunda generación cristiana de Roma la conocemos indirectamente, a través de la segunda carta de Pedro y Hebreos. Se puede afirmar la realidad migrante de los cristianos y la invitación a sustituir el culto judío por una nueva economía netamente cristiana. (3) La tercera generación cristiana de Roma podemos conocerla a través de la primera carta de Clemente a los Corintios y las dos tradiciones de la iglesia de Roma: Primera Clemente y el Pastor de Hermas, que representan dos propuestas eclesiológicas distintas: La primera basada en la obediencia y la segunda en el carisma.

1. La primera generación cristiana (hasta el año 64)

(Entre su fundación y la persecución de Nerón)

Roma es, curiosamente, la ciudad donde los orígenes del cristianismo son los más desconocidos y oscuros. Como dice acertadamente Daniel Ruiz Bueno: “Los orígenes de la iglesia de Roma… están envueltos en la bruma de las suposiciones” . Sabemos más de Antioquía, Éfeso o Corintio que de Roma. En la tradición, Roma aparece como la ciudad de los mártires, especialmente de Pedro y Pablo (cf. Irineo. Adv. Haer. 3.3.3). Esta iglesia nace, posiblemente, en los años 40, por la acción misionera directa de la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén.

1.1. Judíos y cristianos en Roma

El año 49 d.C., según el historiador Suetonio, el emperador Claudio expulsó de Roma a los judíos que provocaban frecuentes tumultos con ocasión de un tal “Cresto”: “Iudaeos, impulsore Chretos, assidue tumultuantes, Roma expulit” . Se supone que Cresto es una corrupción del nombre Cristo. Según Hechos 18,2-4 entre los expulsados se encuentran los judíos Aquila y Priscila. Estos son judíos ya cristianos, no se nos narra su conversión. Son del mismo oficio de Pablo y posiblemente lo acompañan en la evangelización de judíos y griegos en la sinagoga de Corinto. La expulsión no tuvo efectos muy duraderos, ya que muy pronto encontramos judíos y cristianos en Roma (Rm 16 y Hch 28,15-22).
La relación de Roma con Jerusalén era estrecha ya desde el tiempo de los Hasmoneos. En el siglo 1º había en Roma una colonia con más de 40 000 judíos que gozaban de bastantes privilegios: podían reunirse, recolectar dinero para el templo, no hacían el servicio militar y tenían sus propias, cortes de justicia. El Imperio Romano en todo su territorio tenía alrededor de 80 millones de habitantes y un 10 % de ellos eran judíos. Muchos admiraban el monoteísmo y la ética de la religión judía, si bien no aceptaban la circuncisión. Son los que el libro de Hechos llama “Temerosos de Dios”, que acudían asiduamente a las sinagogas. El judaísmo romano tenía especial dependencia del judaísmo de Jerusalén. Incluso después del 70 d.C. famosos rabinos palestinenses visitaban Roma. Este trasfondo judío explica la misión directa de la iglesia judeo-cristiana de Jerusalén con Roma y la existencia de una comunidad judeo-cristiana en Roma dependiente de Jerusalén.

1.2. Pedro en Roma

No sabemos nada de cuándo Pedro llegó a Roma y de cuál fue su actividad y función en Roma. No es Pedro el que trajo el Evangelio por primera vez a Roma, y en ese sentido no es el fundador de la iglesia cristiana de Roma. Nos dice O’ Connor: “Nada puede ser determinado acerca de cuándo Pedro vino a Roma, cuánto tiempo permaneció ahí, y qué función o liderazgo, si alguno, ejerció dentro de la iglesia romana” . El P. Brown agrega: “No hay ninguna prueba seria de que Pedro fue obispo de la iglesia de Roma… Lo más probable es que no estuvo mucho tiempo en Roma antes del año 58, cuando Pablo escribió a los Romanos, y debe haber sido en los 60, y por un tiempo relativamente corto antes de su martirio que Pedro vino a la capital” . Más adelante el P. Brown también insiste en el carácter anacrónico de la tesis que Pedro fue obispo de Roma. Los que califican a Pedro como obispo no lo están honrando, sino al contrario, rebajándolo de su rol histórico único de apóstol. Pedro fue apóstol y mártir en Roma y es su gran honra. Su ministerio apostólico en Roma no lo constituye necesariamente obispo de esa ciudad . Solo en el siglo III será llamado Pedro obispo de Roma. La estructura de obispo-único (“the single-bishop structure”) no llegó a Roma sino hasta los años 140-150 d.C. La lista de obispos de Roma (Pedro, Lino, Anacleto, Clemente, etc…) como obispos únicos de la ciudad de Roma, es una visión errónea que Irineo y otros autores proyectan hacia el pasado. Los nombres más antiguos que se citan en estas listas de obispos de Roma son probablemente los nombres de los presbíteros-obispos más famosos de los primeros cien años del cristianismo romano, muchos de los cuales funcionaban simultáneamente .

1.3. Pablo y la iglesia de Roma

En Corinto (en el invierno: Diciembre 54- Enero 55) Pablo escribe su carta a los Romanos. Pablo ha dado por terminada la misión en la parte oriental del Imperio (“desde Jerusalén y en todas las direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo” Rm 15,19). El Ilírico (en la costa occidental de Macedonia) es el punto más occidental de la parte oriental del Imperio. Pablo, después de trazar una línea desde Jerusalén hasta el Ilírico, trazó una nueva línea de Roma a España, en la cual incluyó toda la parte occidental del Imperio romano. Si Jerusalén fue el punto de partida para la primera parte de su misión (ahí fue reconocido como apóstol de los gentiles: Ga 2,1-10. Cf. Hch 15), quiso que Roma sea el punto de partida y de apoyo para la segunda parte de su misión. Pablo escribió a los cristianos de Roma para ganarse este apoyo. Ya hemos dicho que la iglesia de Roma es judeo-cristiana, fundada posiblemente por la iglesia de Jerusalén. Pablo, en su discusión con los judeo-cristianos radicales, había ido demasiado lejos (cf. carta a los Gálatas y a los Filipenses) y ésto le había generado problemas y dudas en los judeo-cristianos moderados de Jerusalén (la iglesia de Santiago, el hermano del Señor, y los Presbíteros). Pablo dejó exponer con calma y profundidad sus argumentos a la iglesia de Roma, y también indirectamente a Iglesia de Jerusalén (de la cual depende Roma), para que apruebe su misión hacia occidente. Este es el motivo por el cual Pablo escribe la carta a los Romanos.
En esta carta podemos descubrir indicios que nos revelan la situación de los cristianos en Roma hacia finales de los años 50. En general podemos decir que la comunidad de Roma es fundamentalmente una comunidad judeo-cristiana, para quién la Ley y los Profetas, y toda la tradición de Israel, tiene todavía validez e importancia; pero al mismo tiempo aparece como una comunidad judeo-cristiana moderada, es decir, una comunidad abierta a la misión a los gentiles, que no exige de ellos la circuncisi—n y la observancia de la ley y rituales cúlticos. Pablo fue coherente en su carta con esta identidad de la comunidad romana. Un enigma en la carta a los Romanos es el capítulo 16,1-16 donde Pablo saluda a 29 personas bien conocidas suyas, que formaban en cierto sentido, su equipo apostólico. No se explica cómo Pablo conoció estas personas, si él nunca estaban en Roma. Existen dos posibles explicaciones: una que se trataría de un apéndice dirigido a la comunidad de Efeso, donde Pablo permaneció desde diciembre del 52 hasta marzo del 55. La persona que llevó la carta a Roma habría pasado por Efeso, llevando ese saludo. Otra explicación sería que el equipo de Pablo se fue trasladando de Efeso (u otras ciudades como Filipos o Corinto) a Roma, en función de su futuro plan de evangelizar la parte occidental del Imperio, desde Roma hasta España. Con esta segunda explicación Rm 16,1-16 nos ofrece una visión de cómo se había estructurado el ministerio apostólico en Roma. En esta sección aparecen 29 nombres: 18 de hombres y 11 de mujeres. Si analizamos el ejercicio ministerial de éstos 29 nombres, solamente 6 hombres y 7 mujeres aparecen con responsabilidad ministerial. Las mujeres que ejercen un ministerio son: Febe, diaconisa de la iglesia de Cencreas (puerto de Corinto), protectora de la iglesia, que lleva la carta a Roma. Prisca, presentada como “colaboradora en Cristo Jesús”. Junia, mencionada como ilustre entre los apóstoles . María, Trifena, Trifosa y Pérside, son presentadas con el verbo “afanarse” o “fatigarse mucho en el Señor”, verbos técnicos que manifiestan claramente el ejercicio de un ministerio apostólico. Los hombres con ejercicio de ministerio son: Aquila, Andrónico, Urbano, Aristóbulo, Narciso y Rufo. Ninguno es nombrado con los títulos de Presbítero o Epíscopo. Solo una mujer, Febe, ejerce el ministerio de diaconisa.

1.4. Los mártires de la iglesia de Roma (año 64)

Nerón mandó secretamente incendiar el año 64 d.C. a Roma, para construir una nueva ciudad acorde a sus sueños de grandeza. Todos los rumores culpaban al Emperador por el incendio. Nerón hizo todo lo posible por desmentir esos rumores, pero nada dio resultado. Por fin, recurrió a la infamia de culpar a los cristianos. El historiador Tácito (55-120 d.C.), 50 años después de los sucesos, nos da testimonio en sus Anales de la persecución de los cristianos en esta ocasión. Dice así:
“con el fin de extirpar el rumor, Nerón se inventó unos culpables, y ejecutó con refinadísimos tormentos a los que, aborrecidos por sus infamias, llamaba el vulgo cristianos. El autor de este nombre, Cristo, fue mandado ejecutar con el último suplicio por el procurador Poncio Pilato durante el Imperio de Tiberio y, reprimida, de pronto, la perniciosa superstición, irrumpió de nuevo no solo por Judea, origen de este mal, sino por la urbe misma, donde confluye y celebra sino de atroz y vergonzoso hay por donde quiera. Así, pues, se empezó por detener a los que confesaban su fe; luego, por las indicaciones que éstos dieron, toda una ingente muchedumbre quedaron convictos, no tanto del crimen de incendio, sino de odio al género humano. Su ejecución fue acompañada de escarnios, y así, unos cubiertos de pieles de animales eran desgarrados por los dientes de los perros; otros clavados en cruces eran quemados al caer el día a guisa de luminarias nocturnas… De ahí que, aun castigando a culpables y merecedores de los últimos suplicios, se les tenía lástima, pues se tenía la impresión de que no se los eliminaba por motivo de pública utilidad, sino por satisfacer la crueldad de uno solo” (Anales 15.44) .
También Suetonio habla de la persecución de Nerón, sin relacionarla directamente con el incendio de Roma:
“fueron sometidos al suplicio los cristianos, casta de hombres de una superstición nueva y maléfica” (Vitae Caesarum, Nero, 16) .
El testimonio de Tácito, además de confirmar datos sobre la vida de Jesús, nos informa de la difusión del cristianismo en Roma, su origen en Judea y la distinción ya pública que hace el pueblo romano y las autoridades entre cristianos y judíos. Los mártires de Roma son numerosos (“una multitud inmensa”) y son torturados por su fe. Se les acusa, no tanto de haber incendiado a Roma sino por su “odio al género humano”, con lo cual se visualiza posiblemente su manera diferente de vivir: antagónica a la corrupción e idolatría dominante en la ciudad. La comunidad de Roma nace así de la sangre de sus mártires. Es seguro que Pablo y Pedro murieron mártires en Roma en tiempos de Nerón (emperador del 54 al 68 d. C.), pero no sabemos exactamente la fecha. Posiblemente Pablo muere antes del 64, y Pedro el año 67.

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Yo quiero ser el amor en la Iglesia

MENSAJE DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI A LOS JÓVENES DEL MUNDO

CON OCASIÓN DE LA XXIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD 2009



«Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo» (1 Tm 4,10)


Queridos amigos:

El próximo domingo de Ramos celebraremos en el ámbito diocesano la XXIV Jornada Mundial de la Juventud. Mientras nos preparamos a esta celebración anual, recuerdo con enorme gratitud al Señor el encuentro que tuvimos en
Sydney, en julio del año pasado. Un encuentro inolvidable, durante el cual el Espíritu Santo renovó la vida de tantos jóvenes que acudieron desde todos los lugares del mundo. La alegría de la fiesta y el entusiasmo espiritual experimentados en esos días, fueron un signo elocuente de la presencia del Espíritu de Cristo. Ahora nos encaminamos hacia el encuentro internacional programado para 2011 en Madrid y que tendrá como tema las palabras del apóstol Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2,7). Teniendo en cuenta esta cita mundial de jóvenes, queremos hacer juntos un camino formativo, reflexionando en 2009 sobre la afirmación de san Pablo: «Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo» (1 Tm 4,10), y en 2010 sobre la pregunta del joven rico a Jesús: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17).